Un Periodista asesinado que no fue noticia en los medios "periodísticos"

Adam

“Vamos a escrachar a los que vienen en 4 x4 a comprar droga al barrio”, había anunciado a los periodistas que lo entrevistaron cuando inauguró la señal, hace apenas dos meses. “Ésa era su gran misión: luchar contra la droga en el barrio. Todos lo sabemos porque él lo dejaba en claro en cada conversación”. Su lema: “Mi única línea divisoria es la droga”, repetía para explicar con quién estaba dispuesto a dialogar y con quién no.
En un barrio en donde el gobierno macrista apostó a la división y al enfrentamiento, Ledesma era un puente entre los bandos enfrentados por el reparto siempre insuficiente de la ayuda social. “Acá el macrismo compró con prebendas al 75% del barrio, pero el cuarto que no cedió molesta un montón”. La tensión actual está relacionada con el plan de urbanización en la que ese cuarto de vecinos está trabajando desde hace varios años y que, a fuerza de empeño, presión y esfuerzo consensuado, lograron que llegue a la Legislatura para su aprobación. Diluyeron así los planes de erradicación, pero también fueron testigos de un efecto inesperado: la zona se convirtió en el territorio donde se derime uno de los dramas sociales de la actualidad: la falta de techo. En los últimos tiempos, la villa fue escenario de nuevas tomas que tensaron el clima entre los recién llegados y los que vecinos veteranos que temían que se pusiera en riesgo el plan de urbanización, para el cual se había censado a toda la población. “Hace unos días se quiso tomar unas casas vecinas a la de Adam -señala un vecino-. Él intervino para evitarlo y dijo que iba a filmarlos si trataban de reincidir”. Esa es la otra hipótesis que recorre el barrio.
A las dos teorías las sostienen una misma lógica homicida: ¿muerta la cámara se acabó la rabia?

Ledesma era parte del equipo que desde hace dos años edita el periódico Mundo Villero, dedicado a informar sobre la vida y los problemas del barrio. Con el impulso del debate por la Ley de Medios creció la idea de ampliar esa experiencia a la radio. En cuanto comenzó las averiguaciones para la instalación de la antena, se encontró con la posibilidad de que el proyecto se convirtiera en un canal de tevé. Se asoció en el proyecto con Victor Ramos, hijo del legendario Abelardo Ramos, un documentalista que durante el menemismo fue jefe de gabinete de la Secretaría de la Función Pública y que desde 2004 es consultor del BID. Guionista de tevé y fundador de la oenegé SOS Discriminación, Ramos dirigió la película  Las 21 Barracas que retrata la guerra de pandillas en la villa 21.
Esa mezcla -delegado villero, documentalista oenegero- posibilitó  que se formalizara el trámite para obtener la licencia del canal de tevé en un barrio en el que los operadores de cable trazan su propio aparheid: “La villa 31 y la 31 bis son las únicas de la ciudad que no tienen acceso a la TV por cable, porque todas las señales pasan por arriba de la autopista. Y la empresa no toma el pedido si decís que vivís acá, por miedo y prejuicio”, explicó Ramos. Ledesma y los integrantes de SOS acudieron a la Justicia: “El juez Roberto Gallardo hizo lugar a nuestro pedido y solicitó en su fallo que ‘ante la situación de emergencia incomunicacional del barrio se legalice la distribuidora’. También contempló la propuesta que hicimos de la obtención de una señal propia”, señalaron los responsables de la nueva señal: Canal 31.
Así nació Mundo Villa tevé.
A los vecinos les ofrecieron el servicio de cable a cambio de 70 pesos mensuales. “Como muchas de las cosas que suceden en esta villa, el proyecto tuvo más impacto afuera que adentro. Ledesma salió mucho en los medios y se convirtió en otra cosa: un delegado con cámara”, explican sus vecinos.

La paradoja

Mundo Villa“Nadie puede negar que Ledesma se rompía el lomo por el barrio”, dicen incluso quienes se definen como sus enemigos en la interna barrial. No puede comprenderse en otro contexto por qué Ledesma respondió al llamado de un vecino, a las 4 de la mañana, para que se haga cargo de reparar la luz que había sido cortada. Era el delegado de su manzana y esa era su responsabilidad.
Poco después, dos vecinas que se dirigían a su trabajo lo encontraron tirado y con varias puñaladas. La ambulancia llegó como es habitual en la villa: horas después.
Ahora, cuando su familia y vecinos reclaman justicia, las múltiples actividades sociales que tejían la vida de Ledesma son interpretadas por muchos más como un problema que como una virtud.
Por un lado, sus vecinos resaltan el carácter profesional que él quiso imponerle a su canal. “Podés tener la verdad, pero para decirla acá también tenés que tener quién te cobije y para lograr ese respaldo es más importante tu compromiso social que tu trabajo periodístico” dice con sabia síntesis uno de los referentes del barrio. No es un reproche, sino una descripción cruda de la realidad. Desde esa perspectiva, Ledesma fue asesinado por pretender ser más periodista que delegado. “Y acá no podemos cambiar la realidad del barrio de arriba hacia abajo. Es un error que se paga muy caro”. El vecino señala que incluso las movilizaciones por reclamo de justicia que se organizaron después del asesinato fueron motivadas por el reconocimiento a su trabajo social. “Pero en esta villa hay delegados muy jugados a los que nadie puede tocar”, resalta para reforzar la idea. Ledesma merecía ser uno de ellos, pero eligió tomar distancia para ubicar a su medio en el medio, tal como suelen inculcarle a los periodistas para que se pongan en línea profesional.
Resulta una paradoja que la identidad profesional de Ledesma no sea ahora claramente reconocida por sus colegas. En especial, frente al panorama que abre la nueva legislación, que sembrará en territorios bien distintos a los acostumbrados a periodistas sociales que, como Ledesma, convierten su casa en redacción, su militancia en noticia y su vida en trinchera.
FOPEA, un foro de defensa de la libertad de expresión, emitió muy rápidamente un comunicado con el que le otorgó a Ledesma la identidad que hoy muchos le niegan. Incluso decidió formar una comisión investigadora para seguir el tema. La Asociación de Prensa boliviana -país en el que nació Ledesma- se dirigió al gobierno argentino para exigir que investiguen su caso. También el portal Diario sobre Diarios mostró su interés por encuadrar el caso como un ataque a la profesión. Sin embargo, la Comisión para la Libertad de Expresión del Senado solicitó pruebas que demuestren que el asesinato estaba vinculado al periodismo. No objetaron tal cosa cuando Joaquín Morales Solá clamó impunidad en los salones del Congreso, en los días en que se ventiló el tema de la complicidad de ciertos periodistas con la última dictadura. “No nos van a callar aunque haya un muerto” advirtió para victimizarse.
El caso Ledesma condensa todos los interrogantes que abre el cambio de paradigma que nos toca hoy interpretar.
¿Quiénes son los protagonistas de los ataques a la libertad de expresión?
¿Cómo defenderlos?
¿Qué representa el campo de batalla territorial para el periodismo social?
¿Cuáles son sus potencialidades y sus desafíos, pero también sus peligros y sus trampas?
Nadie nos prepara para responderlos.
Tampoco hay espacios para debatir la cuestión de fondo que sostiene todos estos interrogantes, la gran tarea: cómo construir la identidad del comunicador social.
No sólo desde dónde, sino con quién.
En eso nos obliga a pensar hoy Ledesma.
Y esa es hoy nuestra deuda.
Mundo VillaMundo Villa


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