Muchas veces miramos hacia los costados buscando quien nos rescate de la oscuridad, y ninguna mano aparece....
Muchas veces aparecen rostros conocidos que ante tu grito desesperado, dan vuelta la cara hacia donde brilla el sol...
Otras, te llenan de lugares comunes la cabeza, y confunden aún mas...
No se han dado cuenta muchos, que el silencio puede ser un gran comunicador?
acaso en la mirada simple podes descifrar hasta los infiernos mas temibles, asi como los amores mas tiernos y puros...
Hay que practicarlo mas seguido, no esperar regalos retóricos ni materiales, chamuyos existenciales ni romanticismos huecos, tan sólo el silencio.
Y no hablo del silencio sepulcral de un cementerio, sino del silencio nacido de la unión de dos corazones...
Desesperado en busca de un silencio cómplice, encuentro ruidos que parecen silencios, pero luego aturden como fuego artificial, por que eso mismo son...
gentes que son fuegos artificiales, que demuestran belleza y esplendor, ruido y admiración despiertan a su paso, pasmados rostros inertes viven la vida del fuego artificial y olvidan la propia, maldita frivolidad enrostrada.
Pero sigo adelante, sigo caminando la vida, por que sé que hay otras gentes, que no son fuego artificial, sino fuego verdadero, calidez verdadera... y por ellos escribo... a ellos les dedico estas líneas...
Cuando ya no haya ni siquiera ecos de ayuda, y las manos de quienes te rodean se escondan, o sean sordos a tus sonidos... podés siempre contar con mi silencio socio de tu desventura...
Por el fuego de un hombre y una mujer, llegamos llamitas al mundo, a iluminar un poquito este sombrio lugar, para que quienes nos observan desde la galaxia, sepan que este planeta es un mar de fueguitos abrasadores, y abrazadores.
gracias por el fuegito compartido, vos que te diste tiempo a leer mis lineas, prestar tu mirada a mi dolor interior...
daniel
El mundo es un Mar de Fueguitos
Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
A la vuelta contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.
-El mundo es eso- reveló.
-Un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.
EL LIBRO DE LOS ABRAZOS
Eduardo H. Galeano
Misiones: El día que la democracia, una vez más, lloró
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Primera parte de una serie de crónicas, pruebas e informes referidos a la
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