En aquel verano de los 80, el calor dicen que era menor al actual, "era otro tipo de calor, más soportable" es lo que me repiten cada vez que el clima se inmiscuye en la conversación con aquellos mayores de memoria venerable.
A decir verdad, no podría contradecir tal aseveración, tampoco podría afirmarlo, sólo recuerdo esa noche de verano.
La oscuridad que inundaba todo, no sólo se debía a la mas inmensa noche demorada del verano, sino al corte de luz, el cual "tampoco se debía al alto consumo" según me comentan las mismas memorias.
El silencio era absoluto, acorde para que mi padre encienda esa vieja radio pesada de pilas gordas, y sintonizar radio "El Mundo", eran las doce de la noche y había cita nuevamente con la radio en verano.
A pesar de lo que dijeron las memorias antes consultadas, recuerdo como sello indeleble que no se soportaba, el calor no se soportaba esa noche, estar dentro del dormitorio sin revocar era una tortura.
Entonces la silueta del viejo se levanta y corta la habitación en dirección a la puerta que comunica al pasillo, se sienten sus pasos cansados alejarse. De repente una puerta igualmente lejana se abre y sólo el perro que dormita bajo la higuera parece notarlo.
La invitación vendrá por los barrotes de la ventana que da al patio, la ventana de la habitación que tiene esa boca comunicante al exterior y que esa noche no es suficiente para apaciguar el calor.
No lo pienso, ni una ni dos veces, porque es automático. También decido ser una silueta que abandona a mi madre por un momento de la habitación, a ella no le gusta subirse, prefiere estar bien cerca del suelo (ahora, con el pasar de los años entiendo porqué, resulta que ella es más de tener los pies al suelo, de amar la tierra y las flores, ella es primavera)
Se adivina en la noche el guiño que ofrece la escalera apoyada en la pared. Llevamos la radio para que resuenen esos chamamé de Radio El Mundo, y un colchón viejo, el que va perdiendo contenido pero le sobra historia.
Y así se descubre el cielo nocturno, las estrellas que parecieran aguijonear el negro firmamento, y la luna inmensa que no permite a nadie sentirse solo.
Me recuesto junto al viejo y suena Ivotí, uno de sus preferidos, suspira, me murmura algunas palabras y se duerme. Me quedo asombrado con el cielo, mientras el ronquido leve del viejo aleja la noche y empieza a bienvenir a la mañana, donde nuevamente el obrador, el calor infernal (o no tanto según las memorias) y el trabajar como esclavo, justifican la comida familiar y las pilas de la radio para escuchar un par de chamamé antes de dormir, cuando se corta la luz. La noche se consumió y es hora de bajar todo nuevamente, el colegio espera, y mi madre también.
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Hace 10 años
1 comentarios:
muy bonito....
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