Los Humildes

Asomado a mi ventana, veo cotidianamente el desfile monótono de una muchedumbre que va por la mañana y vuelve por la tarde.
Cuando el viento viene del Sur y el claro cielo destaca su azul sobre los grandes cúmulos blancos, el humo de la chimenea próxima se alza glorioso hacia el zenit y corre hacia el norte. La muchedumbre, displicente, va por la mañana y vuelve por la tarde.

Si el viento llega del Norte, la atmósfera, pesada y turbia, ensucia el horizonte y la columna de humo huye al Sur, penosamente, sobre los tejados. La muchedumbre va por la mañana y vuelve por la tarde.
En el invierno las lluvias arrecian, las ventanas se cierran, las flores desaparecen de los balcones y los árboles deshojados jalonan tristemente las calles. Bajo la inclemencia del tiempo, tiritando, la muchedumbre va por la mañana y vuelve por la tarde.

El sol vuelca en el verano su cálido aliento y llena de reverberaciones las calles. Las sombras violentas de los edificios varían las perspectivas. Sudorosa, la muchedumbre va por la mañana y vuelve por la tarde.

Cuando era niño y lo contemplaba todo con mis grandes ojos indiferentes, no prestaba atención a la muchedumbre que iba por la mañana y volvía por la tarde.
Al presente, pienso a menudo en esa muchedumbre triste, resignada, siempre variable y aparentemente la misma, que va por la mañana y vuelve por la tarde.
Pasarán los años. Mi recuerdo se borrará, porque hasta los pocos que pudieran conservarlo, pasarán también. Y la muchedumbre irá por la mañana y volverá por la tarde
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                                                                                      Raúl Scalabrini Ortiz

de scalabriniortiz.galeon.com 

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